Todos nos refugiamos en algo. A menudo se trata de relaciones, lugares o actividades que ofrecen al cuerpo o la mente una sensación de seguridad y protección. Incluso los hábitos neuróticos o poco saludables, como comer demasiado chocolate o reírse compulsivamente, pueden funcionar como un escudo protector para evitar sentimientos de ansiedad o vulnerabilidad.
Preguntémonos: *¿Dónde busco la felicidad?* *¿Dónde busco seguridad y consuelo?* " ¿Al estar enamorado/a, en un estatus social, en el mercado de valores? Nuestro coche puede averiarse, nuestra empresa puede declararse en quiebra o nuestro socio puede marcharse. Nuestra *salud* perfecta seguramente se deteriorará y un *ser querido* seguramente morirá. El *mercado de valores* sube y baja; la reputación sube y baja; salud, riqueza y relaciones: todos estos *refugios mundanos* suben y bajan. Cuando confiamos en ellos, nuestra mente sube y baja como banderas ondeando al viento.
Un francés me dijo que su propio maestro tibetano había desanimado a los estudiantes de la ordenación (como monjes/as). Esto realmente me sorprendió. Explicó que su maestro había dicho: "La mayoría de los occidentales que se visten con túnicas budistas se refugian en sus túnicas, no en el Buda, el Dharma y la Sangha". Le aseguré que esto no se limitaba a Occidente.
Vivimos con una sensación de carencia que anhelamos llenar. La mente de mono habitualmente trata de fusionarse con algo, en particular con otra persona, para aliviar nuestra sensación generalizada de insuficiencia. Sin embargo, los refugios mundanos son inherentemente transitorios, y si confiamos en la permanencia donde primeramente no existe, entonces los sentimientos de traición e ira agravan la pérdida.
Las *emociones* también pueden convertirse en refugios. Responder con ira y arrogancia, y buscar *algo o alguien que culpar* puede convertirse en un lugar habitual para refugiarnos. Si la ira reafirma nuestra identidad, puede que regresemos a ese estado en busca de refugio, de la misma manera que otra persona regresa a su hogar. Quizás nuestro hábito sea sentirnos abrumados por la confusión y pedirle a otros que vengan a rescatarnos. La *impotencia crónica* puede ser un refugio, una forma de alejarse del mundo y de nuestras responsabilidades. Antes de refugiarnos en las Tres Joyas, *es útil conocer los refugios de los que ya dependemos*, porque este examen realmente podría inspirarnos para tomar otra dirección.
Tomar refugio no nos protege de los problemas del mundo. No nos protege de la guerra, el hambre, las enfermedades, los accidentes y otras dificultades. Más bien, proporciona herramientas para transformar obstáculos en oportunidades. Aprendemos a relacionarnos con las dificultades de una manera nueva, y esto nos protege de la confusión y la desesperación. Los atascos de tráfico no desaparecen, pero es posible que no respondamos apoyándonos en nuestras bocinas o maldiciendo. Las enfermedades pueden afligirnos, pero aún podemos recibir el día con un agradecimiento gozoso por estar vivos. Finalmente, confiamos en las mejores cualidades de nuestro ser para protegernos de esas tendencias neuróticas que crean insatisfacción. Esto permite vivir en el mundo con mayor facilidad y sin necesidad de retirarnos a circunstancias poco confiables para sentirnos protegidos.
- Mingyur Rinpoche